lunes, 4 de junio de 2007

La búsqueda independiente de la Verdad despues de Bahá'u'lláh

La siguiente meditación sobre la búsqueda independiente de la verdad surgió en respuesta a la preocupación expresada respecto al comentario de un asistente al mienbro del Cuerpo Auxiliar, que dijo en una ocasión que tras reconocer a Bahá'u'lláh no había más necesidad de búsqueda independiente de la verdad, sino que lo único que hacía falta es obediencia al Convenio. Lo que sigue es una meditación sobre el posible significado espiritual de la búsqueda independiente de la verdad para el Bahá'í convencido, así como sobre nuestra respuesta personal a visiones teológicas que discrepan con la propia y nos producen preocupación.




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Aquí de prisas de nuevo.

Yo estoy enteramente de acuerdo con que es una negación del espíritu y letra de la Fe el considerar que la búsqueda de la verdad termina cuando declaramos nuestro reconocimiento de Bahá'u'lláh. Pero me parece que este principio es a menudo enormemente empobrecido por una visión reduccionista de lo que es la verdad, expuesta en términos de proposiciones linguísticas. Esto es verdadero, esto es falso. En realidad, un prerequisito de acercarnos a cumplir este principio infinito, es acercarnos a un concepto Bahá'í de lo que es, de hecho, la verdad. Bacon, en mi comienzo favorito de sus muchos ensayos, dice:

"Qué es la verdad, dijo a Pilato en broma, y no se quedó para la respuesta"

La palabra verdad, en los escritos sagrados, es Haqq, otra palabra para Dios mismo.


Así, la búsqueda de la verdad a menudo comienza con la búsqueda de la verdad, pero en la perspectiva de los escritos tiene como meta más bien la búsqueda de la "Verdad". En ese sentido, es un principio con una dirección específica y unas pautas marcadas, no solo, digamos, una forma de ver el mundo, un llamado a ser inquisitivos y no seguir ciegamente (esas son precondiciones de la búsqueda de la verdad, pero no su meta), sino un viaje desde las palabras a la Realidad más allá de las palabras, a la Verdad, no como proposición lógica o cientifica, no como afirmación falsificable, sino, en el último análisis, como progresiva unión con lo sagrado, tanto en el amor como en el entendimiento.

Así, el reconocimiento de Bahá'u'lláh, la meta final y génesis de la búsqueda de la verdad en los escritos Bahá'ís, no es un evento, que se inicia y se consuma en el momento en que alguien dice "soy Bahá'í". Es más bien un viaje infinito por los Siete Valles, y las 4 Puertas del corazón aun por revelar. Un viaje desde los 4 valles, o por los 8 valles y más de Gemas de los Misterios, o por los diferentes grados del yo, del comentario del Maestro sobre el verso de los Bizantinos. Es decir, una trayectoria no tanto desde la ignorancia conceptual hasta el reconocimiento intelectual de Bahá'u'lláh como Manifestación de Dios, sino como jornada desde la ignorancia de nuestro propio ser, de nuestra inmersión y cautiverio en nuestras pasiones y deseos destructivos, a través del despertar de nuestra conciencia a las realidades espirituales, el reconocimiento intelectual de Bahá'u'lláh como Manifestación divina, nuestra identificación con sus enseñanzas y comunidad, progresando a nuestra devoción activa a Su servicio y búsqueda sincera de la transformación de nuestro carácter y aspiracíones a la luz de Sus enseñanzas, nuestra consagración completa a Su servidumbre y la servidumbre de todos los seres humanos, en búsqueda de la experiencia de la unión mística con Bahá'u'lláh, hasta nuestra verdadera santificación y victoria sobre aquello que nos separa de la comunión verdadera y constante con Su divino espíritu, nuestra llegada, al fin, a las orillas del océano de la Verdad. Esta también, me parece, es la base de la visión Bahá'í de la relatividad de la verdad, que no es un relativismo tanto como un perspectivismo. No todas la opiniones son igual de verdaderas, pero todas reflejan los límites de quienes las mantienen, y no la realidad infinita e inefable de una Verdad que siempre se mantendrá más allá de la capacidad humana de contener, aunque no de aproximar.

Esto es muy distinto al "epoqué" de los escépticos, la suspensión de la afirmación o la creencia, el cuestionarlo y mantenerse abierto a todo en nombre de la búsqueda de la verdad. Es más bien progresar, humilde y siempre tentativamente, de certeza en certeza, midiendo nuestro acercamiento a la verdad, no por la fuerza y vigor de nuestra convicción intelectual en que tenemos la razón, sino por la medida en que esas conviciiones son capaces de engendrar el amor a Dios, el servicio al prójimo, y la transformación personal, en pos de un mayor acercamiento a Aquél quien es el Punto de Amanecer de la Verdad.

Le preguntaron a una polilla muy sabia sus discípulos. ¿Qué es el fuego? Una voló hacia la vela y regresó diciendo: ¡tengo la verdad! El fuego es luz que irradia e ilumina. El maestro dijo, esta polilla ha visto la verdad. Un segundo discípulo emprendió la búsqueda, y al acercarse más aun a la mecha, sintió el calor que le nutría y calentaba. Regresó a las polillas diciendo: ¡He llegado a la verdad! El fuego es luz que ilumina e irradia, pero es tabién calor, dulce calor que abriga y calienta. El Maestro dijo, esta polilla ha sentido la verdad. Una tercera polilla, finalmente, emprendió el vuelo, y, no satisfecha con una visión lejana, una concepción meramente intelectual de la luz, se acercó al calor, pero, insatisfecha aun con la proximidad, con el sentimiento interior del fuego, se aventuró a cercarse aun más, logrando percibir una belleza tal, que el arder de sus alas fue la menor de sus preocupaciones, con una certeza que solo el encuentro vivencial produce, se adentró en la llama y se consumió en su seno. El Maestro declaró, esa polilla, ha llegado a la verdad.

En cuanto a como debemos responder cuando algun Bahá'í, sobre todo alguno en una posición de influencia, dictamina que la búsqueda de la verdad termina con nuestro reconocimiento de Bahá'u'lláh, despues de lo cual solo nos queda la obediencia al Convenio. En mi opinión no es muy importante decir algo, no tenemos, creo, que preocuparnos demasiado por el colapso del Orden Mundial de Bahá'u'lláh, o incluso el de nuestra comunidad local, o por el engendro diabólico de un fanático peludo (me refiero a mi mismo antes de que me llegaran entradas al cuero cabelludo, ahora menos cabelludo) que contagie con su virus de intolerancia a nuestros correligionistas, apartádolos de la vía recta que humildemente hemos descubierto ;-)

Si todos sintiéramos que debemos defender a la comunidad de errores teológicos u actitudes inmaduras, estaríamos armados hasta los dientes, pues si todos defendiéramos a nuestra Causa los unos de los otros, dada nuestra inmadurez universal y la distancia inabarcable entre nuestros conceptos y la grandeza de esta Causa, ¡todos estaríamos bajo ataque! De todas maneras, si en serio nos preocupamos del tema, un comentario no va a cambiar, normalmente, la actitud o la teología de nadie, con pocas excepciones, aunque si puede tal vez intensificar y darle relieve a las opiniones de cada uno, polarisando la cosa:

"si dos almas debaten y discuten sobre una cuestíón de las cuestiones divinas, ambos están en el error", como dice 'Abdu'l-Bahá en las Tablas del Plan Divino.

Si en verdad esto es un tema preocupante, o al menos de mucho interés personal, una profundización, sin agendas personales de "corregir" los errores doctrinales de los demás, sino sencillamente de ahondar en las escrituras relevantes, puede hacer mil veces más por producir esclarecimiento (que es al fin de lo que se trata), que una contrarespuesta individual someramente expresada en alguna reunión ( y si no es someramente expresada en una reunión, imagino dedicada a otros temas, sería más bien una imposición...). Más que cualquier profundización, sin embargo, afecta, a la larga, el ejemplo. La Verdad, cuando se manifiesta en el corazón del hombre, tiene una propiedad atractiva. Es por eso que un mexicano vive enamorado de nos escritos en Persa y Árabe de un Mensajero que no tuvo contacto alguno con culturas hispanoparlantes. Me ganó el sentimiento de la verdad. Es por eso que aquellos maestros de la Fe que reflejan en su interior, más allá de palabras y opiniones, las verdades (en árabe haqiqat, otra palabra de una profundidad más allá de "conceptos correctos") de la Causa. tiene una radiancia que atrae a personas cuyo punto de partida es a menudo una teología fuertemente encontrada con la teología Bahá'í y que, bajo la influencia indirecta de la Verdad de Bahá'u'lláh, reflejada en las cualidades espirituales del maestro, este adquiere una radiancia que, más que cualquier argumento o comentario, produce un cambio, no solo en la actitud, sinto hasta en los conceptos de su interlocutor. Por el contrario, uno también se da cuenta de que habemos muchos que, a pesar de tener los conceptos de la Fe muy claros, no hemos adquirido la comunión con la Verdad suficiente para atraer los corazones y facilitar la transformación de los conceptos, de modo que mil explicaciones detalladas no solo no cambian la postura del oyente, sino que a menudo los afianzan en su discrepancia. Así, más allá de comentarios, de profundizaciones, de estudios y publicaciones (todos ellos vitales, no lo digo retóricamente, sino con sincero compromiso a esta labor), nuestro propio compromiso con la Verdad, no como posición intelectual o concepto doctrinal, sino como la realidad espiritual que brota de la proximidad a Dios, es el mayor agente transformador, no solo de actitudes sino también de conceptos, y dota nuestra palabra de influencia y penetración, aunque aun así todavía requiera de moderación (la Tabla de la Sabiduría y la tabla de Maqsud hablan sobre este tema).

Es para mi como la gente que va por la calle dando limosnas. Se sienten mejor por haberlo hecho, y en los casos sinceros, contribuyen a su propio crecimiento espiritual al reflejar y cultivar el atributo de Dios, el Generoso, pero no contribuyen un ápice a sacar a quienes le dan la limosna de la pobreza, aunque a veces, como con un comentario apto y sabio, puedan servir de aliciente momentáneo. Si uno realmente se implica en la lucha contra la pobreza, uno se compromete con iniciativas capaces de impactar genuinamente en la situación, sea con ONGs o proyectos relevantes, o sea a título personal, no con unos centavos, sino hermanándose con el necesitado y acompañándole realmente en sus esfuerzos por resolver su marginación social.

De manera análoga, aunque menos emotiva, un comentario para contrarrestar una posición teológica divergente de la propia, en mi opinión, es como la moneda al pobre, con suerte, tiene un efímero y muy limitado efecto, y muy frecuentemente un efecto hasta destructivo, facilitando en su globalidad tendencias auto-destructivas, en el caso del mendigo la perpetuación de su marginación y su vulnerabilidad a la narco-explotación, por ejemplo, o la paga del proxeneta que lo controla, etc., para una comunidad la polarizacion o la desunión o el conflicto destructivo (no el de opiniones sino el de personalidades y emociones) que de hecho impiden la maduración intelectual y espiritual del conjunto.

Eso no significa callar por callar. Si el contexto es adecuado, si el resultado será alegrar los corazones y facilitar la condición espiritual en la que la Verdad se manifiesta (que no es una fórmula doctrinal o teológica), el aportar una opinión contrastada puede ser, y en general es, algo muy enriquecedor. Si al contrario, el contexto es tal que una opinión contrastada gane la batalla pero pierda la guerra, es decir, esclarezca las opiniones pero empañe los espíritus, la Verdad, al contrario que la opinión, se tornará invisible, y, como los ángeles que ven nuestras caidas, subirá doliente al mundo del espíritu y encubrirá nuestros fallos. Para ponerlo concretamente, el principio para mi es uno de equilibrio. Lo que dice 'Abdu'l-Bahá se aplica maravillosamente al caso: en todo colectivo hay puntos de afinidad y puntos de diferencia. Si los puntos de afinidad predominan, las diferencias serán fuentes enriquecedoras de diversidad. Si los puntos de diferencia predominan, las diferencias serán fuentes de conflicto y ofuscación. En respuesta a tu pregunta, entonces, mi muy limitada visión me sugiere que, si el expresar una opinión divergente mantiene el predominio de la unidad sobre la diferencia, esa opinión enriquecerá la suma de nuestras perspectivas individuales, y resultará constructiva; y si por el contrario, esa misma aportación divergente fuera la gota que derramara el vaso, o que dispersara más aun las gotas separadas, es decir, si mi aportación tornaría un contexto unido en uno polarisado, o en un contexto polarizado acentuaría la división, es mejor guardar silencio. Y en caso de duda, sobre si mi contribución enriquecerá el diálogo, o lo obstruirá, lo mejor, sin duda, será guardar silencio.

"La esencia de la seguridad es observar silencio y mirar el final de las cosas"

Porque, para citar al Maestro, citando a Bahá'u'lláh, citando al Bab, citando a Siyyid Kazim, citando a Shaykh Ahmad, citando al sexto Imám, Sadiq, "no todo lo que un hombre sabe puede ser compartido, ni todo lo que puede compartir puede ser considerado como apto para el momento, ni puede toda palabra apta ser considerada como adaptada a la capacidad de quien la va a escuchar." Esta, dice 'Abdu'l-Bahá en Selecciones, "es la sabiduría que debes observar si deseas ser un hombre de acción en todas las circunstancias."

Agradeciendo el maravillosos estímulo e inspiración que tu búsqueda independiente de la verdad provee a nuestras discusiones, y, a título personal, a las pocas neuronas que me quedan (los que me conocen saben que rara vez tengo la oportunidad de escribir y expresar ideas y sentimientos en tanto detalle - lo siento por ustedes pero lo agradezco por mi),

Con todo mi cariño,

Ismael

pd: también está la posibilidad de que las cosas sean negras y blancas. Uno puede decir que al llegar a Bahá'u'lláh debe dejar de buscar la verdad y atenerse al convenio, en relación a, coo Bahá'í, poner en tela de duda el convenio o las instituciones y enseñanzas que mana del él, en nombre de la búsqueda de la verdad, lo que es compatible con decir, desde otro punto de partida, que uno no debe nunca dejar de buscar la verdad, sino hacer del Convenio el medio esencial de aproximarse más a ella. Más allá de las palabras iniciales contradictorias, los sentidos pueden a menudo ser complementarios.

4 comentarios:

⟴ Ricard dijo...

¿Que cosa es la búsqueda de la verdad, si no es un acto amoroso?
¿Acaso el amante que conquista a su amada, cesa en sus empeños al primer beso?
¿No es mas cierto que desde el instante en que la hace suya, la cuida y la mima, pero la interroga a diario, mirando la profundidad de sus ojos en una constante interrogación?
¿No es cierto también que el amante teme despertar un día y sufrir la soledad y el abandono?
Pues así es la búsqueda de la verdad, aún bajo el Manto de la Divina Belleza.

Anónimo dijo...

la polilla, que gran recurso literario...

WHY CLOUD CONFERENCES? dijo...

Muy hermosa tu meditación, Ricard. La verdad como Amada es un tema antiguo, presente en el Viejo Testamento, en la personificación de la sabiduría, Sophia, y sobre todo en el Cantar de Cantares. Aparece por todos lados, en la tradición indígena de Estados Unidos, en las visiones de místicos cristianos como Jàcopone da Todi, en la Daena Zoroastriana, en Ibn'u'l 'Arabi, Suhrawardi, y como nunca, nunca antes, en la visión de Bahá'u'lláh de l doncella, que no solo ocurre en la Siyah Chal, sino que recurre y se profundiza, en la Oda de la Paloma escrita en Kurdistan, donde Bahá'u'lláh ruega sus favores, y ella se hace del rogar, dice´ndo que mil Husayns han buscado su mano infructosamente, a su aparición más lírica, más trágica y más pasional en la Tabla de la Doncella tras Su retorno a Baghdad, donde es ella quien deciende y busca acompañar a Bahá'u'lláh en su dolor, pues no tien El madre o hermana que llore por El, finalmente convenciéndolo, y ella falleciendo al constatar, tras buscar por edades y eones, que el dolor ha consumida a´l Joven Celestial a tal punto que no le queda corazón. Resucitando bajo el susurro misterioso y jubiloso de Bahá'u'lláh, antes de ascender a los cielos en lo alto. Esta es una de las tablas rescatadas por los ruegos de Mirza Aqa Jan de ser lavada en las aguas del Tigris por exceder la capacidad de comprensión humana. Finalmente es ella quien retorna en la Tabla de la Visión a la pisión de Akka para invitarle a ascender a Sus moradas celestes, presagiando la puesta de Su sol en este mundo en 1892.

La estética de la revelación en la fe judía concibe la relación del hombre con su Dios como él encuentro colectivo de un pueblo con el misterium tremendum de la Zarza ardiente en el Sinai de la Ley; la estética cristiana está concibe la relación del hombre con Dios en términos intimistas de hijo a padre, y redención de un pecado innato en la Cruz de Jesus; La estética musulmana se enfoca en la Palabra, dictada por el ángel Gabriel en el Qur'an, como el intermediario entre el hombre y Dios, una relación más directa que la judía, y menos personal que la Cristiana. Pero la estética Bahá'í más insistente, y enteramente nueva en su dimensión axial, su carácter definitorio, es la de la relación con Dios como romance, insuflando con el hálito de la Revelación el lenguaje de los místicos enamorados oriundos en su mayoría de Persia, e impartiendo un nuevo impulso a los corazones de los hombres.

Tu hermosa interpretación de la búsqueda de la verdad, no como discurso o información, sino como romance, querido Ricard, es un ejemplo para mi de este impulso generador en nuestra Revelación.

Cuando uno se detiene a pensar en como la estética predominante de cada Revelación ha estampado su carácter distintivo en la producción artística, intelectual y social de la civilización asociada a su Fundador, se puede intuir que la estética de la Revelación como romance imbuirá a los frutos de la civilización emergente, el esperado Reino de Dios, de una pasión espiritual, una ternura mística, y una riqueza emocional revolucionaria a la luz de las edades.

Gracias, Ricard, por decir lo que hacía falta, como de costumbre.

WHY CLOUD CONFERENCES? dijo...

Querido anónimo,

La historia de la polilla es verdaderamente hermosa. Si mal no recuerdo (lo podría confirmar más tarde, pero despues es despues y ahora es ahora), la metáfora, a menos que mi vago recuerdo me traicione, la recogí de un breve tratado místico sobre la certeza por el orientalista converso Martin Lings, Shaykh Abu Bakr Siraj al Din, que escribió lo que para mi es la mejor biografía del Profeta, rescatando el sabor del primer biógrafo de Muhammad, Ibn Ishaq (en recensión de Ibn Hisham) escribiendo apenas en la segunda generación tras la muerte del Profeta. Le da a la historia de Muhammad, más allá de una rigurosa erudición (Lings fue un muy reconocido académico educado en Oxford y SOAS, Londres) un toque de los Rompedores del Alba. Pero me desvío.

Lo más importante no es de donde saqué la imágen de las polillas sino su derivación del concepto Sufi, derivado de tres versos del Qur'an, de tres grados de certeza (yaqin - la misma raíz de la palabra Iqan, que significa lo que confiere yaqin). Estos son el conocimiento de la certeza (ilm al-yaqin), el ojo de la certeza (ayn' al yaqin), y la realidad de la certeza (haqq al-yaqin).

Son los tres estados simbolizados por la historia de las polillas, el que se entera de la verdad, el que la ve, y el que la vive. Otra forma de designarlo podría ser el conocimiento recional, el conocimiento relacional y el conocimiento unitivo.

Estos tres términos provienen, como se ha dicho, del Qur'an (Qur’án 102:5; Qur’án 102:7; Qur’án 56:96) aparecen en el Libro de la Certeza (aunque traducidos por el Guardian de una forma no técnica y por lo tanto no aparente), así como en los escritos del Maestro que les dedica toda una tabla (traducción provisional al inglés en http://bahaistudies.net/kf/khayyat.html). El Libro de la Certeza fue revelado en respuesta a la petición de un tío del Báb (Siyyid Muhammad) que suplicó a Bahá'u'lláh Su auxilio para poder llegar "al rango del 'ayn'ul-yaqin, el ojo o esencia de la certeza" (bi maqam-i 'aynu'l yaqin).

Bueno, me cogiste encarrerado, y mi respuesta tu breve líne se ha despilfarrado en una cascada de palabras, que, como mínimo, ayudarán a hacer la siesta...